Dos Puertas y Dos Caminos (Mateo 7:13–14)
Dos Puertas y Dos Caminos (Mateo 7:13–14)
Todos tenemos que tomar una decisión. Debemos decidir por cuál puerta vamos a entrar. Hay solamente dos puertas: la puerta estrecha y la puerta ancha. La puerta pequeña se abre hacia el camino estrecho que nos conduce a la vida. La puerta ancha se abre hacia el camino amplio y conduce hacia la destrucción. Los discípulos de Jesús han escogido la primera opción, la puerta que conduce a la vida. Aunque menos gente encuentra esta puerta y camina este camino, éste conduce hacia la vida verdadera y abundante. Jesús mismo es la puerta y todo el que entra por ésta será salvo (Juan 10:9, 10). Él no es solamente la puerta, Él es además el camino y la verdad que conducen a la vida. De hecho, nadie puede llegar al Padre sino por medio de Él (Juan 14:6). Algunos piensan que esto es una mentalidad estrecha. Sin embargo, el ofrecimiento para escoger el camino que conduce a la vida es cualquier cosa menos exclusivo; es inclusivo. Está abierto para todos.
Si hay muchos caminos para llegar a Dios, ¿por qué habría mandado a Jesús para que fuera una opción más, y por qué el camino de la cruz? Es porque no hay otros caminos para llegar a Dios, que Él mandó a su único Hijo para que todo aquel que crea en Él no muera mas tenga vida eterna (Juan 3:16). Debido a que el camino de Dios es basado en lo que Él ha hecho, no en lo que nosotros hemos hecho, es un camino que está abierto para todos. Es basado en nuestra creencia, nuestra confianza en Él. El camino de Dios nivela el campo de juego, puesto que todo aquel que quiera, puede venir.
La salvación viene por medio de la fe en lo que Dios ha hecho en Cristo y está disponible para todos, porque Cristo murió por todos y Dios quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad (1 Timoteo 2:3-6). Esta «puerta estrecha» de salvación está abierta para todos: jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, ricos y pobres, religiosos y no religiosos. No hay excepción de personas, ni trato preferencial. Todos vienen por el mismo camino – por medio de Cristo. Si esto no fuera así, entonces Dios estaría mostrando favoritismo a los seguidores de Cristo que se han reconciliado con Dios por medio de la fe, no basado en lo que ellos han hecho.
Todos los otros «caminos» están basados en esfuerzos humanos: los hindúes deben tener buen karma, los budistas deben seguir el camino óctuple, los musulmanes deben practicar fielmente los cinco pilares del Islam, los seguidores de las religiones populares deben seguir los requerimientos de sus «dioses». Y luego no hay garantía de aceptación de Dios porque la aprobación está basada en lo que ellos han hecho. Ellos sólo pueden guardar la esperanza de que sus buenas obras pesen más que sus malas obras. Y entonces, ¿Cómo serán «medidas» y «pesadas» sus buenas obras?
Está claro que si hubieran muchos caminos para llegar a Dios, y solamente uno requiere fe en Cristo, Dios estaría jugando al favoritismo. Pero si hay un sólo camino para llegar a Dios, entonces todos deben llegar por el mismo camino. «Es por gracia que somos salvos, por medio de la fe – y esto no es por nosotros mismos, es un regalo de Dios – no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9). Tal vez hay muchas maneras por las cuales la gente llega a escuchar de Cristo, pero hay solamente un camino para llegar a Dios – Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Él es la única puerta por la cual somos salvos (Juan 10:9). Hay muchos otros caminos que parecen correctos, pero conducen a la muerte (Proverbios 16:25). Solamente el camino angosto, el camino de Dios, conduce a la vida. Hay solamente dos puertas, solamente dos caminos – el camino de salvación por medio de la fe en Cristo, o el camino de los hombres por medio del esfuerzo humano. Tenemos una decisión que tomar. ¿Por medio de qué puerta vamos a entrar? ¿Qué camino vamos a tomar? ¿En el camino de quién vamos a confiar: el nuestro o el de Dios? Los discípulos de Jesús han puesto toda su confianza en el camino de Dios – Jesucristo, Su Hijo, el Señor y Salvador de ellos.
Fruto Bueno y Fruto Malo (Mateo 7:15–23)
Hay solamente dos puertas: una conduce a la vida, y la otra a la destrucción. Sólo unos pocos encuentran el camino que conduce a la vida, pero muchos entran por la puerta ancha
y viajan por el camino ancho que conduce a la ruina. Parece lógico que más gente debería de escoger el camino que conduce a la vida y no el camino que conduce a la muerte, por tanto,
tienen que haber algo que evita que la gente tome la decisión correcta, y lo hay – ¡los falsos profetas! Ellos vienen vestidos de ovejas, pero por dentro realmente son lobos rapaces (Mateo 7:15).
Ellos son engañadores que conducen a la gente por el camino equivocado. Como los lobos, ellos roban, matan y destruyen ovejas. Aunque ellos se disfrazan a sí mismos, nosotros podemos reconocer los maestros y profetas falsos por medio de sus «frutos» (Mateo 7:16a), las cosas que son producidas en sus vidas y por medio de sus vidas. No es posible cosechar uvas de las zarzas, o higos de los abrojos. De la misma manera, los árboles buenos producen buen fruto, y los árboles malos producen fruto malo. Los árboles que no producen buen
fruto son cortados y tirados al fuego (Mateo 7:16b-20). Los falsos profetas y falsos maestros pueden ser reconocidos por el fruto de sus vidas – lujuria, malos deseos, autocomplacencia,
codicia, avaricia, autosuficiencia, orgullo – el amor al mundo antes del amor del Padre. Ellos no practican lo que predican.
Sus declaraciones no coinciden con su conducta. Su carácter no refleja su profesión. Ellos aparentan ser ovejas, pero no actúan como ovejas.
Jesús dijo, «No todo aquel que dice «Señor, Señor» entrará al reino de los cielos, sino solamente el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21). En el día del
juicio muchos de los que eligieron el camino ancho dirán que proclamaron el nombre del Señor e hicieron milagros en Su nombre. Pero Jesús dirá que Él nunca los conoció y serán
alejados de Él (Mateo 7:22-23). La prueba de la verdad es el buen fruto – hacer la voluntad del Padre Celestial, no su voluntad. La evidencia de que somos seguidores genuinos de Jesús es que vivimos como Él vive, caminamos como Él caminó y hacemos la voluntad del Padre. El carácter coincide con la confesión. Si Jesús es el Señor, nosotros no lo somos. Por lo tanto, nosotros haremos lo que Él quiere, no lo que nosotros queremos. Nosotros seguiremos viviendo en Su palabra y viviremos como verdaderos seguidores de Cristo. Saber la verdad equivale a hacer la verdad.