¿Quien dice Dios que soy?
Universidad de la Fe
Campus Madrid -Discipulado
¿Quién dice Dios que soy?
Muchos de nosotros perdemos el tiempo preocupándonos por lo que los demás piensan de nosotros. Queremos ser valorados, amados, respetados y admirados. Pero, ¿por qué tenemos que basar nuestra identidad y nuestro sentido de autoestima en las opiniones de otros seres imperfectos cuando la opinión de Dios sobre nosotros es la única que realmente importa? La pregunta más importante que podemos hacernos respecto a nuestra identidad es la siguiente: ¿Quién dice Dios que soy? La Biblia contiene las únicas respuestas fiables sobre quiénes somos en Cristo y qué piensa Dios de los que hemos nacido de nuevo.
En primer lugar, Dios dice que soy su hijo amado: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce”. (1 Juan 3:1). Dios no es tímido a la hora de expresar Su ilimitado amor por nosotros; afirma repetidamente en las Escrituras que somos nacidos de Dios, Sus propios hijos predilectos (Juan 1:12-13; 2 Corintios 6:17-18; Gálatas 3:26; Romanos 8:17; Isaías 43:1).
Dios dice que soy escogido, adoptado en Su familia por medio de Jesucristo para ser Su hijo para siempre: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:4-6; ver también 1 Tesalonicenses 1:4; 2:13).
Dios dice que soy valioso. Él me llama Su obra: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano” (Efesios 2:10). No somos trozos de arcilla al azar. Dios dice que somos el resultado de Su habilidad artística. Dios nos hizo a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27; 5:1; 9:6; Santiago 3:9).
Dios dice que soy redimido. Tan valiosos somos para Dios que nos compró con la preciosa sangre de Su Hijo, Jesucristo: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19). Por la sangre de Jesucristo somos perdonados y liberados del pecado: “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7; ver también Gálatas 5:1; 1 Corintios 6:20; 1 Juan 1:9).
Dios dice que soy una persona nueva en Jesucristo. Por medio de Su salvación, obtenemos una identidad completamente nueva y una vida totalmente nueva: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Corintios 5:17; ver también Efesios 4:24). Dice que soy la justicia de Dios en Jesucristo (2 Corintios 5:21), un templo vivo para Su Espíritu Santo (1 Corintios 3:16) y un santo (Efesios 2:19; Filipenses 4:21).
Dios dice que soy Su amigo. A través de una relación con Jesús, Dios comparte Su corazón con nosotros: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).
Dios dice que soy Su embajador (2 Corintios 5:20; Efesios 6:20), Su luz en las tinieblas y Su testigo en el mundo (Mateo 5:13-16; Hechos 1:8; Efesios 5:8). Dios nos ha encomendado la tarea de hacer discípulos (Mateo 28:19).
Dios dice que soy un miembro del cuerpo de Jesucristo: “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efesios 3:6; ver también 5:30). Porque pertenezco a Cristo – unido a Él en Su vida, muerte, resurrección y glorificación (Juan 15:1-10; Romanos 6:4-6; Efesios 2:6) – Dios dice que soy heredero de Su Reino y Su gloria (Gálatas 4:7; Efesios 1:11; Romanos 8:17), ciudadano del cielo (Filipenses 3:20).
Dios dice que soy muy amado: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8; ver también 8:31-39; Juan 3:16-17). Tan grande es Su amor por nosotros que nos dio la vida por Su misericordia: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5).
Cuanto más estudiamos la Palabra de Dios, más descubrimos quiénes somos en Cristo. Nos transformamos en la persona que Dios dice que somos cuando hacemos de Jesucristo el objetivo de nuestras vidas: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18; ver también Romanos 8:29; 12:2; Filipenses 1:6; Efesios 4:15).