Ya no vivo yo ahora Cristo vive en mi.
Universidad de la Fe
Campus Madrid -Discipulado
YA NO VIVO YO AHORA CRISTO VIVE EN MI.
1.1. DIOS PROMETE ENTRAR EN NOSOTROS
Nuestra salvación depende de dos promesas de Dios, según Gálatas 4:4-6: Enviar a su hijo Jesús al mundo para salvarnos y enviar al Espíritu de su hijo a nuestros corazones. Aunque
uno de los nombres dados al Espíritu Santo se traduce “uno que va al lado del otro” 1 esto podría llevarnos a pensar que su presencia estará con nosotros y no en nosotros; pero en la
mayoría de textos que se refieren a la promesa del Espíritu Santo es evidentemente claro que la promesa es entrar a nuestra vida o nuestro corazón. (Véase Ezequiel 36:27; Gálatas
4:6; Juan 14:17)
1.1.1. PRIMERA PROMESA: ENVIAR A SU HIJO JESÚS AL MUNDO PARA SALVARNOS DE NUESTROS PECADOS
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4)
La primera promesa para la salvación del hombre es dada inmediatamente después de la caída. Aparece en el juicio declarado a la serpiente o Satanás. “Pondré enemistad entre ti y
la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Génesis 3:15). Esa promesa es confirmada a Abraham “En tu simiente serán
benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:18). Esa promesa se cumplió en Cristo. Cristo es esa simiente prometida. El Apóstol Pablo lo
afirma “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es
Cristo” (Gálatas 3:16).
Entonces esa primera promesa ya fue cumplida por Cristo cuando despojándose de su gloria vino a este mundo y murió en la cruz por nuestros pecados “Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).
1.1.2. SEGUNDA PROMESA: ENVIAR AL ESPÍRITU DE SU HIJO A NUESTROS CORAZONES
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6)
Esta segunda promesa para la salvación del hombre la describe el profeta Ezequiel de la siguiente manera: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26,27) Dios promete darnos en “espíritu nuevo”; pero no es cualquier espíritu. Luego afirma que es su propio espíritu: “Pondré mi
Espíritu” es decir, el Espíritu Santo.
Jesús confirmó esa promesa al anunciar su muerte y resurrección. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad,
al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros” (Juan 14:16-18) Esta promesa se cumplió el día de pentecostés en el grupo ampliado de discípulos, luego en los 3.000 que recibieron la palabra y de ahí en adelante se cumple en cada creyente cuando se arrepiente y confiesa a Jesús como Salvador y Señor.
¿Cómo entra a nuestros corazones? ¿Cuál es nuestra parte? ¿Será a través de un soplo? ¿De la imposición de las manos? ¿De entrar en éxtasis? ¿Ser derribados a tierra? ¿Al hablar
lenguas extrañas? ¿Esa fue la norma que los discípulos usaron para dar el Espíritu Santo a los creyentes?
Las tres manifestaciones que nos presenta Lucas al relatar el evento en .Me refiero no solo a los doce, sino a los setenta que estaban en el aposento alto y esperaron allí el cumplimiento de la promesa.
Hechos 2:1-4 las describe con claridad R.C.Sproul en su libro la Gloria de Cristo: La primera manifestación fue sonora. El sonido es descrito como un viento recio. La segunda
manifestación fue un fenómeno visible. Los que estaban reunidos vieron lenguas de fuego posarse sobre la cabeza de cada persona y la tercera manifestación fue el hablar en
lenguas.
Los discípulos en pentecostés hablaron en otras lenguas o idiomas como señal de la venida del Espíritu Santo. No dice que fueron derribados al suelo o que entraron en
éxtasis. No se nos dice que los 3000 que creyeron ese día como resultado del sermón de Pedro recibieron un soplo, que fueron derribados al suelo y que entraron en éxtasis, ni
tampoco que hablaron en lenguas extrañas. Los que hablaron en lengua desconocida para ellos fueron los discípulos; pero para los 3.000 que creyeron no fueron lenguas extrañas, era
el idioma conocido y hablado por ellos. Lo extraño era que los discípulos hablaran en un idioma que no habían aprendido. Los judíos que estaban presentes en Jerusalén, que eran
de 15 territorios diferentes, dieron testimonios de escuchar a los discípulos hablar en sus propias lenguas nativas (véase Hechos 2:6,8,11)
Solo se repite la experiencia similar a pentecostés en dos casos relatados en el libro de los Hechos por la necesidad de algunos grupos que lo requerían para ser aceptados como parte
de la iglesia. En Cesarea, Cornelio representando a los gentiles (véase Hechos 10:46) y en Efeso, los discípulos de Juan el Bautista (véase Hechos 19:6). En los demás casos no se
menciona el hablar en otras lenguas. Lucas no deja de reiterar casos en los que se nos dice que los individuos fueron llenos con o del Espíritu Santo, sin referencia alguna a hablar en
lenguas (p.e.,Hechos 4:8,31;6:3,5;7:55;9:17;13:9,52).
1.2. NUESTRA PARTE
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Dios entra a nuestras vidas o nos da su Espíritu Santo cuando oímos su voz y abrimos la puerta. Oír su voz simboliza la fe y abrimos la puerta el arrepentimiento.
1.2.1. OÍR SU VOZ – SIMBOLIZA LA FE.
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Oír su voz es oír el mensaje del evangelio. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13). Los 3000 que fueron bautizados se nos dice que recibieron la palabra (Hechos 2:41); los 5.000 oyeron la palabra y creyeron (Hechos 4:4); los gentiles recibieron la palabra (Hechos 11:1).
¿Cómo oímos la voz de Dios?
Podemos oír la voz de Dios de muchas maneras. Dios es soberano y nosotros no podemos exigirle el cómo y porque medio debe hablarnos. En la antigüedad hablo hasta a través de
un asna que reprendió a Balaam cuando se disponía a maldecir al pueblo de Israel o al pueblo de Dios (véase Números 22). Pero hay maneras o formas comunes que vemos en la
Biblia de como Dios le habla al hombre.
A través de su palabra. Cuando es leída, oída, estudiada, memorizada o meditada. Cuando es predicada. Cuando es explicada sencilla, clara y personalmente. Ejemplo e como Dios
habla a través de una predicación (véase Hechos 16:14), de un evangelizador (véase Hechos 8:35), etc.
A través de su Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos ilumina para comprender su palabra. Puede usar un canto y oración (véase Hechos 16:25); el testimonio de otro cristiano (véase
Lucas 8:39); las circunstancias, etc.
“Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
1.2.2. ABRIR LA PUERTA -SIMBOLIZA EL ARREPENTIMIENTO.
“Si oyereis oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7).
¿Cómo abrimos nuestro corazón a Dios?
A través de una oración en sincero arrepentimiento y fe. Abrir la puerta simboliza el arrepentimiento. Lo que cierra la puerta a Dios es el pecado, lo que lo abre es el arrepentimiento.
En cuanto a esto es bueno diferenciar entre el arrepentimiento verdadero y el falso. Creo que hay varias formas de arrepentimiento que no son genuinos, ni auténticos. Quisiera
referirme solo a dos:
El arrepentimiento por descubrimiento. Cuando somos descubiertos por alguien y no podemos ocultar nuestro pecado, estamos obligados a confesar nuestro pecado, pero en
nuestro corazón realmente no estamos arrepentidos por lo que hemos hecho.
El arrepentimiento para sí mismo. El resignarnos a decir: “He cometido muchos errores. Y los he pagado”, pero queda hasta ahí. No sentimos la necesidad de presentarnos ante Dios y
dar cuenta e nuestros hechos.
El arrepentimiento verdadero es sentirnos responsables delante de Dios por todos nuestros actos y presentarnos delante de Él reconociendo nuestras culpas y dando cuenta de
nuestros hechos pecaminosos. Tenemos por ejemplo a David “Contra ti, contra ti solo he pecado; he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra
y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51:4); el hijo prodigo “El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21)
y el ladrón junto a la cruz de Jesús “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo” (Lucas
23:41).
Es por eso que el apóstol Pablo resumió su ministerio de enseñanza en estos dos aspectos:
El arrepentimiento y la fe “Y cómo nada que fuera útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del
arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:20-21). Sin arrepentimiento y fe, Dios no envía al Espíritu de su hijo a nuestros corazones. Usted
puede creer lo contrario, es libre para hacerlo. Aunque no creo que sea la mejor decisión confiar en la experiencia y no en la fidelidad de Dios y su palabra.
Cuando oímos su voz comprendemos que nuestros pecados nos mantienen separados de Él (Romanos 3:23), que Jesús murió para quitar nuestros pecados y culpas (1 Juan 3:5),
que sin Él nada podemos hacer (Juan 15:5), y que Dios nos ama aunque no hayamos vivido una vida agradable delante de Él (Romanos 5:8). Entonces, en ese momento, deseamos
tener a Jesús, vivir con Él y para Él, y abrimos nuestro corazón para confesar: “Soy pecador, pero en ti hay perdón y vida eterna para mí. Quiero que entres a mi corazón y me
hagas la persona que tú quieres que yo sea.”
Cuando haces esto debes tener la seguridad de que Cristo entró en tu vida. Es posible que esta acción produzca en ti un gran gozo, una paz que nunca antes habías sentido; o un
deseo de amar, conocer, seguir y servir a Dios; nuevas fuerzas, nueva esperanza. También es posible que vengan dudas o pensamientos negativos. A menudo ocurre que algo tan
grande y significativo parezca una locura, pero ¡es maravilloso lo que ha sucedido en ti…!
Mi identidad en Cristo
1.3. CRISTO HABITA EN TU CORAZÓN
“Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”
(Efesios 3:16,17a).
1.3.2. CRISTO HABITA EN TU CORAZÓN CON DOS PROPÓSITOS:
Darte a conocer las riquezas de su gloria y para que tengas una esperanza viva. “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los
gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
Gloria tiene tres significados:
• Se refiere a Dios mismo “Su eterno poder y deidad” (véase Romanos 1:23). La gloria de Dios es la presencia manifiesta de Jesús “Él, que es el resplandor de su
gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3). Es por eso que llamamos al Cielo la gloria de Dios, porque es la morada de
Dios. Entonces esperanza de gloria significa la seguridad de la vida eterna, que cuando morimos estaremos en su gloria (en el cielo) para siempre con el Señor.
• Significa excelencia. El más alto nivel, lo más grande, lo. Más sublimé, la posición más elevada, lo mejor. Esperanza de gloria significa que si Cristo está en nosotros
tenemos la esperanza de alcanzar los mejores niveles en todos los aspectos de nuestra vida. En todas las áreas o roles que desempeñamos en esta vida. Eso quiere
decir que tenemos la esperanza de ser los mejores padres, antes éramos padres ausentes, los mejores hijos, las mejores madres, los mejores hermanos, los mejores
amigos, los mejores empleados, los mejores jefes, los mejores maestros, los mejores alumnos, los mejores vecinos, etc. Sin compararnos con nadie, ni hacerle daño a
otros, sin llenarnos de orgullo y soberbia.
• Podemos preguntar quién alcanzo la gloria del fútbol, del boxeo. Cuando hacemos esta pregunta estamos pensando en las personas que alcanzaron los mejores récords,
los mejores niveles, los más grandes galardones, las posiciones más elevadas o la excelencia.
Gloria es la excelencia o cualidad distintiva de una persona o cosa. La gloria del Líbano eran sus árboles (Isaías 60:13)…La gloria de Dios denota sus divinas perfecciones descubiertas a sus criaturas, Ex. 33:18,19; Sal. 63:2; Hab. 2:14…La gloria de Dios se revela en todas sus obras de creación y providencia “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).
• Gloria también significa victoria. Triunfo. Esperanza de gloria es la esperanza de vencer cualquier tentación, cualquier enemigo, cualquier prueba. No hay pecado tan
grande que no podamos vencer, no hay tragedia, prueba o dolor que no podamos soportar, no podemos decir, “estoy muy hundido, muy profundo y de ahí no puedo
salir”. “Estoy muy enredado, no hay esperanza para mí”. Si Cristo está en ti, no hay barreras, ni obstáculos que no puedas superar.
Cristo resucito en gloria. Esa es su victoria y él nos hace participes de su victoria “Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido
y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).
pruebas, tentación, tribulaciones y persecuciones, Él nos dará la victoria. “Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y que por medio
de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento” (2 Corintios 2:14).
1.3.2. CRISTO HABITA EN TU CORAZÓN Y ESTO SIGNIFICA QUE HOY COMENZÓ UNA NUEVA RELACIÓN ENTRE TÚ Y TU DIOS. Debes andar en esa
comunión con la fe, el amor y la esperanza con que le recibiste y que Dios hará crecer cada día más en ti. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en
él” (Colosenses 2:6).
Cristo habita en tu corazón y ahora debes vivir por la fe. Confiando en su amor por ti y afirmando, como lo hizo el apóstol Pablo “Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).
1.3.2. CRISTO HABITA EN TU CORAZÓN PARA SIEMPRE.
Todos los días de tu vida, en cualquier lugar que estés, nunca estarás solo porque Él estará contigo siempre, hasta el fin del mundo “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”
(Mateo 28:20).
Cristo habita en tu corazón y nunca más serás separados de él. “Vendré otra vez para llevármelos conmigo, así ustedes estarán donde yo este” (Juan 14:3). Esta promesa que
Jesús hizo a sus discípulos es para ti también.
VERSICULO PARA MEMORIZAR
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino quemas vive Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual quien me amó y
se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).