Clase 5 Una iglesia Sana
Discipulado: Universidad de la FE
Campus Madrid
Y a ti, cristiano, ¿a qué tipo de iglesia podría yo animarte a unirte en la que puedas servir y en la que trabajes pacientemente?
Una iglesia sana, una que refleje cada vez más el carácter de Dios como se ha revelado en su Palabra. Si estabas leyendo con cuidado, debiste darse cuenta que usé la palabra “podría”. Dije “podría” por dos razones. En primer lugar, no quiero sugerir que esta es la única manera en la que podemos describir lo que deben ser las iglesias. Podemos utilizar diferentes descripciones para diversas ocasiones y propósitos. Un autor puede responder al legalismo o al libertinaje en las iglesias, y comenzar su declaración a diciendo : “Lo más importante es que nuestras iglesias estén centradas en la cruz”. Puedo decir “amén” a esa a afirmación. O un autor podría responder a la falta del uso de las Escrituras en nuestras iglesias, en este caso haciendo un llamado a las iglesias a centrarse en la Biblia. Una vez más, yo diría “amén” .En segundo lugar, no quiero asumir que otra persona no pueda articular mejor lo que estoy tratando de mostrar. Simplemente, es la mejor manera que tengo en este momento para explicar lo que entiendo que es, a modo general, el principal objetivo bíblico al que debemos aspirar en las iglesias: reflejar el carácter de Dios como ha sido revelado en su Palabra. ¿Qué cristiano no quiere que eso sea una realidad en su iglesia local?
encontramos.
Quiero mirar brevemente seis eventos en la trayectoria histórica de la Biblia, que nos ayudarán a demostrar que queremos iglesias que relejen cada vez más el carácter de Dios, como ha sido revelado en su Palabra. Como sabes, la Biblia en efecto cuenta una historia. Esta historia tiene un sin número de argumentos secundarios, pero todas estas tramas secundarias son parte de una gran historia principal. Nuestro objetivo aquí es ver si podemos discernir lo que Dios quiere para la iglesia en esta trayectoria histórica.
1. La creación
En Génesis, Dios creó las plantas y los animales, “cada uno según su género”. Cada manzana fue formada de acuerdo al modelo de todas las demás manzanas, y cada cebra fue formada de acuerdo al modelo de todas las demás cebras. Acerca de la humanidad, la Escritura dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn. 1:26). El hombre no es conformado de acuerdo al modelo de todos los demás hombres. Cada hombre sigue el modelo de Dios. De manera única releja o se parece a Dios.
Teniendo en cuenta que hemos sido los únicos creados a la imagen de Dios, los seres humanos somos los únicos que debemos relejar a Dios y su gloria ante el resto de la creación. Al igual que un hijo actúa como su padre y sigue los pasos profesionales de su padre (Gn. 5:1 y ss.; Lc. 3:38), el hombre está diseñado para representar el carácter de Dios y ejercer dominio sobre la creación: “y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1:26).
2. La Caída
Pero el hombre decidió no representar el gobierno de Dios. Se rebeló contra su Creador y trabajó a favor de su propio gobierno. Por lo tanto, Dios le dio al hombre lo que pidió y lo expulsó de su presencia. La culpabilidad moral del hombre significaba que ya no podría acercarse a Dios por sí mismo. ¿Conservaron los seres humanos la imagen de Dios en la caída?
Sí, Génesis reafirma el hecho de que el hombre todavía está hecho a la “imagen” de Dios (5:1; 9:6). Sin embargo, tanto la imagen, como el relejo están distorsionados. Podríamos decir que el espejo está doblado, así que se releja una imagen falsa, como los espejos distorsionados de un carnaval. Aún en nuestro pecado relejamos algo acerca de Dios, hay cosas verdaderas y falsas mezcladas entre sí. En el lenguaje de los teólogos, el hombre se hizo tanto “culpable” como “corrupto”.
obediencia a la ley que Él les dio (como se suponía que hiciera Adán). Muestren al mundo cómo soy, Dios le estaba diciendo a Israel. “Sed santos, porque yo soy santo” (Lv. 11:44; 19:2; 20:7).
Incluso llamó a esta nación su “hijo”, pues se espera que los hijos sigan los pasos de su padre (Ex. 4:22-23). Y Él prometió que moraría junto con este hijo en la tierra que le estaba dando; una plataforma en la que la nación podría mostrar la gloria de Dios (1 R. 8:41-43).
Sin embargo, Dios también advirtió a este hijo que si no era obediente y mostraba su carácter santo, le echaría fuera de la tierra. Haciendo el cuento corto, el hijo no obedeció, y Dios lo echó de su presencia y de la tierra.
4. Cristo
Una de las principales lecciones del antiguo Israel es que los seres humanos caídos, por sí mismos, no pueden relejar a Dios, incluso con las ventajas de tener toda la ley de Dios, la tierra de Dios, y la presencia de Dios. ¡Deberíamos humillarnos al leer la historia de Israel! Sólo Dios puede relejar a Dios, y sólo Dios nos puede salvar del pecado y la muerte.
Así que Dios envió a su único divino Hijo para ser “hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:7). Este hijo amado, en quien el Padre se complace, se sometió totalmente al gobierno, o al reino de Dios.
Hizo lo que Adán no hizo, resistir la tentación de Satanás:
“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, le dijo al tentador durante el ayuno en el desierto (Mt. 4:4). E hizo lo que Israel no hizo. Vivió en su totalidad de acuerdo con la voluntad y la ley del Padre: “que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo” (Jn. 8:28; véase también 6:38; 12:49).
Este Hijo que relejaba perfectamente a su Padre pudo decir al discípulo Felipe, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9). Como es el Padre, así el Hijo.
Mirando hacia atrás, los escritores de las epístolas del Nuevo Testamento se refieren a Él como la “imagen del Dios invisible” (Col. 1:15) y “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (He. 1:3). Como el último Adán y el nuevo Israel, Jesucristo redimió la imagen de Dios en el hombre.
Sin embargo, Cristo no solo relejó la santidad gloriosa de Dios por la obediencia a la ley; Él mostró su gloriosa misericordia y el amor de Dios al morir en la cruz por los pecadores, pagando la pena de culpa que se merecían (Jn. 17:1-3). Este sacrificio sustitutorio es algo que el Antiguo Testamento señalaba desde el principio. Piense en los animales que fueron sacrificados para cubrir la desnudez de Adán y Eva después de haber pecado. Piense en cómo Dios proveyó un carnero en el matorral para Abraham e Isaac, salvando a Isaac. Piense en José, el hijo que fue sacrificado y enviado lejos por sus hermanos para que pudiera un día mediar por la nación. Piense en el pueblo de Israel marcando con la sangre de un cordero las puertas de sus casas, salvando así los primogénitos de Israel. Piense en familias de Israel, trayendo sus ofrendas por el pecado al patio del templo, poniendo sus manos sobre la cabeza de un animal y luego cortando su garganta, “la sangre derramada por el animal debe ser la mía”. Piense en el sumo sacerdote entrando en el lugar santísimo una vez al año para ofrecer un sacrificio de expiación por todo el pueblo. Piense en la promesa del profeta Isaías: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz
fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5). Todo esto, y mucho más, señalaba a Jesucristo, quien fue a la cruz como el Cordero del sacrificio de Dios. Como le dijo
a sus discípulos en el aposento alto, fue a ofrecer un “nuevo pacto en su sangre” para todos los que estaban dispuestos a arrepentirse y creer.
5. Iglesia
Nosotros, los que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados fuimos hechos vivos al ser bautizados en la muerte y resurrección de Cristo. Así que Pablo declara: “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido” (Gá. 3:26-27). Y “por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gá. 4: 6-7).
¿Qué es lo que los muchos hijos de Dios deben hacer? ¡Hemos de mostrar en la tierra el carácter y la semejanza, la imagen y la gloria del Hijo y el Padre que están en el cielo! Jesús nos dice que seamos “pacificadores”, ya que el Padre ha hecho la paz entre Él y nosotros por medio del sacrificio de su Hijo (Mt. 5:9).
Jesús nos dice que “amemos a nuestros enemigos”, ya que nuestro Padre en el cielo nos ha amado, y una vez fuimos sus enemigos (Mt. 5:45; Ro. 5:8.).
Jesús dice “que os améis unos a otros”, ya que Él dio su propia vida por amarnos y esto le mostrará al mundo cómo es Él (Jn. 13:34-35). Jesús oró para que “seamos uno”, así como Él y el Padre son uno (Jn. 17:20-23).
Jesús nos dice “sean perfectos”, como nuestro Padre celestial es perfecto (Mt. 5:48). Jesús nos dice que seamos “pescadores de hombres” y que hagamos discípulos en todas las naciones (Mt. 4:19; 28:19). Él nos envía como el Padre le ha enviado (Jn. 20:21). Como es el Padre, es el Hijo y son los hijos. Lavados de los pecados por la obra de Cristo, y hechos una
nueva creación, nacidos de nuevo por la obra del Espíritu, ahora somos su pueblo y hemos empezado a recuperar la imagen perfecta de Dios. Cristo es las primicias (1 Co. 15:23). Él quitó el velo y abrió un camino para que la iglesia pueda contemplar la imagen del Padre una vez más (2 Co. 3:14, 16). Ahora contemplamos su imagen por fe, y “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (2 Co. 3:18). ¿Quieres ver el propósito de Dios para la iglesia resumido en sólo dos versículos? Pablo declara, “Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:10-11).
Sólo un Dios que todo lo sabe podría idear una manera de reconciliar su amor y su justicia, mientras salva un pueblo pecador que se ha alejado de Él y los unos de los otros. Solo un Dios omnisciente podría idear una manera de convertir los corazones de piedra en corazones de carne que le amen y lo alaben. Que los poderes cósmicos en todo el universo miren y se maravillen.
6. Gloria
Podremos relejar con mayor perfección su imagen, cuando lo veamos en la perfección de su gloria: “Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es” (1 Jn. 3:2). Santos como Él. Amorosos como Él. Unidos como Él. Este verso no nos promete que vamos a ser dioses. Mas bien, es la promesa de que nuestras almas brillarán intensamente con su carácter y gloria, como espejos perfectos mirando hacia el sol. ¿Ha seguido la historia? Aquí está el resumen. Dios creó el mundo y la humanidad para mostrar la gloria de quién Él es. Adán y Eva, quienes debieron ser la imagen del carácter de Dios, no lo hicieron. Tampoco lo hizo el pueblo de Israel. Así que Dios envió a su Hijo a la imagen de su carácter santo y amoroso, para quitar la ira de Dios contra el pecado del mundo. En Cristo, Dios vino a mostrar a Dios. Y en Cristo, Dios vino a salvar. Ahora, a la
iglesia se le ha concedido la vida de Cristo y el poder del Espíritu Santo, y está llamada a mostrar el carácter y la gloria de Dios a todo el universo, testificando en palabra y hecho de su gran sabiduría y su obra de salvación. Amigo, ¿Qué estás buscando en una iglesia? ¿Buena música? ¿Una atmosfera de actualidad? ¿Un servicio tradicional? ¿Qué tal:
un grupo de rebeldes absueltos de su culpa… a quienes Dios quiere usar para mostrar su gloria… ante todos los ejércitos celestiales… porque proclaman la verdad sobre Él…
y se parecen cada vez más a Él: santos, amorosos, unidos?